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La chispa que colmó el vaso

El incendio de los campos de Grecia de Lesbos dejó  a 13000 personas sin un techo donde vivir.

El pasado 9 de septiembre, se desató un incendio en el campo de refugiados más grande en Grecia de Lesbos, es reconocido además,  como el campo más amplio de Europa. Este lugar comienza a arder y deja a más de 13000 extranjeros en la calle. Según fuentes policiales, de aquel momento, aseguran que este incendio se provocó por las protestas de refugiados que se negaban a ser aislados tras dar positivo por la Covid. 

 

Esto último,  fue  tan solo la  primera chispa que provocó la expansión de un incendio que además estaba alimentado por el viento, la dejadez burocrática, la falta de una política migratoria europea común y la frustración de las condiciones infrahumanas en las que muchos migrantes vivían en ese lugar. Las llamas de este incendio se llevó por delante, tiendas de campañas, dispensarios médicos y oficinas administrativas. Concluyendo por quemar todo lo que quedaba un par de días más tarde, donde de nuevo el fuego volvió a avivarse pero que cuyas causas se desconocen. 

 

La capacidad de personas que este centro podía tener era la mitad de la que había activa, antes de que las llamas lo arrasaran. Este dato deja entrever que las condiciones en las que vivían estos migrantes eran decadentes. Tras doce horas después de comenzar el incendio, muchas personas -entre su mayoría niños-  seguían sin un lugar donde poder comer ni beber. 

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Fuente: Save of the children

La mala gestión burocrática que sigue existiendo con la adjudicación de la documentación para las personas que vienen de otros lugares, se ve plasmado en  acciones que  algunos de los inmigrantes del campo de Moria hicieron antes de salir de aquel lugar.  Varios de los refugiados aseguran que lo primero que agarraron cuando comenzó el incendio “fue su documentación” . El fin de esto, era conseguir refugiarse en la capital de la isla, Mitilena, que se encontraba a unos seis kilómetros del campamento del que habían huido. Pero la policía a mitad de camino los bloquearon, asegura Hussein, uno de los refugiados del campo de Moria . 

 

No hubieron víctimas mortales pero sí que algunos de los refugiados tuvieron que ser atendidos por inhalación de humo. Aunque la situación ya partía de una base complicada hay que añadir la situación actual en la que nos enmarcamos. Donde la pandemia dificulta todavía más la situación a  este  colectivo vulnerable.  A pesar de las mil peticiones para evacuar a todas esas personas de aquel lugar, el Gobierno de Grecia prohibió llevar a cabo esa actividad por miedo a nuevos contagios. 

 

Finalmente, Unicef alojó en sus instalaciones a 150 niños no acompañados. Este número suponía un tercio de los niños que estaban alojados en el campo de refugiados. El resto fueron trasladados a distintos hoteles que se encontraban en el norte de Grecia, así lo ordenó el ministro de Migración. Otro millar de personas que seguían sin un techo donde alojarse, el gobierno griego decidió habilitar un ferri en el que  empezarían a distribuir tiendas para acoger al resto. Esta iniciativa resultaba insuficiente para poder dar la asistencia necesaria a toda esa cantidad de refugiados que se quedó sin un lugar  donde poder sobrevivir. 

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Fuente: Save of the children 

Tan solo el ser humano es capaz de tropezar en la misma piedra mil veces. Esta situación ya se había dado anteriormente en menor escala. Pero aún así, cualquier persona que hubiese visitado Moria, se hubiese percatado de la existencia de aquella ‘bomba’ que finalmente acabaría estallando. Puesto que la inactividad de las autoridades europeas y gringas a la hora de organizar los flujos migratorios estaba haciendo oídos sordos a una realidad que tan solo hacía que gritar ayuda.

La historia ya había tenido un pequeño adelanto en 

el año 2016, donde 4500 internos tuvieron que ser evacuados. Ante esta devastadora situación  no se realizó nada, se siguió ampliando el número de internos en aquel lugar. Además, hace un año hubo otro pequeño incendio  en el mismo  lugar que acabó con la vida de dos personas. Esto produjo  protestas y enfrentamientos de muchos de los refugiados ante la policía, pero la realidad seguía sin mover conciencias a las autoridades. 

 

Esto supuso el inicio de un ambiente de violaciones, mafias, protestas, huir hasta la capital y ser reprimidos por la policía. Se exigían soluciones ante una situación que cada vez iba a peor. Donde además hubo protestas de vecinos de Lesbos contra la construcción de centros que se dedicaban a la detención de inmigrantes -organizados por partidos de ultraderechas- además este grupo iba en contra de instalaciones que ayudaban a refugiados. Pero seguía sin hacer nada. 

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